«El hombre que mueve montañas, comienza moviendo pequeñas piedras.»
– Confucio –
Sin embargo, las montañas se convierten una y otra vez en la principal excusa para la inacción.
En la cultura del éxito en la que vivimos, la mayor parte de las veces sólo vemos montañas. Aquí estoy yo, y allí está la montaña. En el medio, un camino que en nuestra mente se vuelve imposible, inaccesible, invisible. Como tal, si no puedo mover la montaña hoy, o pronto, no vale la pena intentar nada. La excusa perfecta, que cualquiera puede aceptar, comenzando por nosotros mismos.
Yo no medito porque sentarse en esa posición es imposible para mi. Yo no me ejercito porque al día siguiente me duele todo el cuerpo. Yo no estudio porque leí el primer párrafo del libro y no entendí nada. No dejo de fumar porque no me imagino no fumando… Con la vista puesta en la montaña, cualquier esfuerzo parece minúsculo, inviable. Y allí nos quedamos.
Para mover las montañas de nuestra vida hemos de comenzar piedra por piedra. La montaña es un futuro posible que quizá sea diferente a lo que imaginamos hoy, y lo que importa es ese guijarro que en este instante sostengo en la mano… nada más que el guijarro. Y lo tomas de aquí, y lo colocas allí. La montaña ya no está en el mismo lugar… ha sido movida un guijarro.
Cambiar los hábitos negativos y crear, generar hábitos positivos es una de las principales hazañas del desarrollo personal. Cuando sólo vemos montañas e intentamos ir por ellas y cual Hércules moderno, moverlas, en general fracasamos. La sensación de imposibilidad, de tristeza, enojo, de «esto no es para mí» nos detiene en el camino y nos vuelve a ese espacio de inacción y dolor. Comienza entonces moviendo las pequeñas piedras de tus hábitos: si quieres tener una vida saludable, intenta algo alcanzable, algo que sepas que puedes lograr y que te llevará a tu próximo guijarro. Comenzar el próximo lunes con hacer dieta estricta e ir al gimnasio cuatro veces por semana es la montaña. Si quieres comenzar a meditar, hazlo quince minutos en la posición que puedas. Cuarenta minutos sentados con las piernas cruzadas como un buda es la montaña. Lo intentas, fracasas, y te detienes. O de tan imposible, ni intentas mover una piedra.
El camino del despertar de la consciencia no radica en llegar a la cima de la montaña. El camino es el camino, y allí donde estás en su ladera es lo único que importa. La montaña del despertar es siempre la misma, y lo único que cambia es el paisaje. Y cada paisaje es en sí mismo, maravilloso. Paso a paso, guijarro a guijarro, seguimos transitando el camino.